Libertad de elección
◆ DIETÉTICA Y NUTRICIÓN ◆
LIBERTAD DE ELECCIÓN
“Los
mecanismos de autorregulación y corregulación pueden ser más efectivos que los
prescriptivos en el ámbito de alimentación”.
Con
estas palabras se mostró cierto rechazo hacia la prohibición de la
publicidad de alimentos y bebidas insanas dirigidas al público
infantil desde el ministerio de Agricultura el pasado 9 de febrero (podéis ver el artículo que menciono aquí y podéis evitar el bloqueo por suscripción con esta otra página).
Esto viene a raíz de una medida que quiere implantar el Ministerio de Consumo, que busca regular dicha publicidad en horario infantil alegando que el código PAOS, el actual código (de carácter voluntario) de regulación de la industria alimentaria es insuficiente.
El código PAOS (siendo su última versión del 2012), establece una serie de normas basadas en principios éticos que dictamina cómo deberían actuar las empresas adheridas al mismo. Entre estas empresas, podemos ver grandes nombres como Coca-Cola, Danone, Nestlé, McDonald's, Telepizza y Mondélez, por poner unos pocos ejemplos que es importante tener en mente. Para quien no conozca esta última marca (Mondélez), es un conglomerado que incluye varios productos y marcas como Chips Ahoy!, Oreo, Príncipe, Philadelphia, Trident, Toblerone, Milka y Royal entre otras muchas.
Uno de los argumentos más escuchados para defender la autorregulación del sector es que es el consumidor final quien tiene la libertad para escoger qué productos quiere comprar, y la regulación sería una forma de impedir que se pueda ejercer dicha libertad. Y me pregunto si es eso verdad.
Pues volviendo a los principios éticos de dicho código, estos son algunos de los ejemplos que podemos ver en dicho compendio de normas:
“- Apartado
III, Educación e información nutricional
1‐. Como regla general, los mensajes
publicitarios de alimentos o bebidas no deberán promover o presentar hábitos de
alimentación o modos de vida poco saludables tales como comer o beber de forma
inmoderada, excesiva o compulsiva, ni deberán fomentar, aprobar o presentar de
forma condescendiente hábitos de vida sedentarios. A tal efecto, la publicidad
de estos productos dirigida a menores de hasta 12 años difundida en medios
audiovisuales e impresos o a menores de 15 años en Internet no deberá mostrar
el alimento o bebida promocionado en cantidades excesivas o desproporcionadas.
Asimismo, cuando la publicidad presente el alimento o bebida promocionada en el
contexto de una comida, deberá mostrarse acompañado de una variedad razonable
de alimentos con el fin de que el mensaje publicitario fomente su consumo como
parte de una dieta variada y equilibrada.”
Por esta misma norma la gran mayoría de anuncios que presentan estos
alimentos insanos suelen llevar abajo un mensaje en una tipografía minúscula
que reza algo similar a "Lleva un estilo de vida saludable",
acompañado de un enlace a la escueta página web www.habitosdevidasaludables.com.
Es un mensaje vacío que tiene el mismo valor que una patata frita en
una ensalada: en un anuncio muy poca gente se va a fijar en un mensaje tan
marginado que no se esfuerza en llamar la atención como sí lo hace el mensaje
principal (el que te dice que bebas un determinado refresco o una pieza de
bollería).
“- Apartado
IV.‐ Presentación de los
productos
4‐. Se adoptarán especiales cautelas en la
realización y difusión de la publicidad de alimentos o bebidas dirigida a
menores de hasta 12 años difundida en medios audiovisuales e impresos o a
menores de 15 años en Internet, con el fin de garantizar que las presentaciones
escritas, sonoras y visuales no les induzcan a error acerca de las
características del producto promocionado.”
Como
esta norma es bastante ambigua, es más sencillo abusar de ella, y así vemos
productos que no suelen tener mucho reparo a la hora de intentar sugerir cosas
que no son correctas.
Ya mencioné el caso del Nesquik noche, pero también tenemos casos como el de
las salchichas de Campofrío (empresa que también está entre las adheridas al
código PAOS), que se anuncian como fuente de proteína y fósforo dando la
impresión de que tiene un aporte muy alto o extraordinario de dichos
nutrientes, cuando en realidad no es así. No aporta ni siquiera una cantidad de
proteínas similar a cualquier producto cárnico magro como una pechuga de pollo
y del fósforo apenas se habla porque tener una carencia del mismo es
extraordinariamente raro: si necesitas publicitar tu producto con un nutrienteque es prácticamente irrelevante por lo común que es, no es precisamente lamejor de las señales.
“5‐. La presentación publicitaria de alimentos o bebidas no deberá inducir a error a los menores de hasta 12 años difundida en medios audiovisuales e impresos o a menores de 15 años en Internet, sobre los beneficios derivados del uso del producto. Entre ellos podrían señalarse, aunque la lista no sea exhaustiva: la adquisición de fortaleza, estatus, popularidad, crecimiento, habilidad e inteligencia.”
No
pondré más vídeos por no pedir tiempo de más a quien ya se haya dignado a
prestarme un poco de atención, y tampoco creo que a nadie no le suene algún
anuncio de dulces y refrescos asociados a momentos de felicidad, popularidad y
éxito, ¿a que no?
“- Apartado
VI‐. Presión de ventas
11.‐ La publicidad de alimentos o bebidas dirigida a menores de hasta 12 años difundida en medios audiovisuales e impresos o a menores de 15 años en Internet, no debe apremiarles a la obtención del producto anunciado, ni crear un sentimiento de inmediatez o de exclusividad, ni recurrir a términos susceptibles de generar tal sentimiento de inmediatez o exclusividad.”
Sin irme muy atrás en el tiempo, hace poco se ha lanzado una campaña publicitaria de Actimel (Danone) en el que se anima a coleccionar botellas que muestran diferentes Pokémon en su exterior. De hecho, buscando vídeos al respecto fue uno de los anuncios que tuve que ver.
Cuando
se presenta una campaña de este estilo, normalmente se da por entendido que la
promoción es temporal, por lo que se apremia a que se compre con cierta
inmediatez el producto para poder completar la colección. Además, este mismo
ejemplo me vale para la siguiente norma:
“-
Apartado VII‐. Apoyo y promoción a través de personajes y
programas
14.2.
La publicidad de alimentos o bebidas dirigida a menores de hasta 12 años no
podrá mostrar personajes conocidos o famosos entre el público en general que
gocen de un alto grado de popularidad entre el público infantil.”
El grado exacto puede depender de la época, pero los Pokémon siempre han sido muy populares con el público infantil.
Y estas son sólo unas pocas normas del compendio que vemos incumplidas a menudo.
Obviamente, estas normas tienen un motivo, que no es otro que el evitar la manipulación. Es posible que nos creamos lo suficientemente inteligentes como para no caer en sus trucos, pero por mucho que no nos dejemos llevar, esto no es siempre sencillo: las artimañas que usan para causar el impacto que buscan van desde aprovechar las lagunas legales hasta la manipulación psicológica. Y aunque podamos ver a través de todas ellas, sólo la insistencia con la que te presentan un producto una y otra vez ya provoca que tengas en mente lo que te publicitan, mucho más que cualquier alimento saludable.
Entonces, ¿hay libertad?
Volviendo
entonces a si somos libres para escoger qué alimentos tomamos y cuáles no,
¿somos realmente libres para ello?
Para escoger libremente entre dos opciones, hace falta una equivalencia mínima
entre las posibilidades que escogemos, es decir: que no haya factores externos
que nos hagan declinarnos por una u otra.
Y si contando únicamente (que no es el único factor) con que la inversión en publicidad de los alimentos insanos es miles de veces superior a la destinada a los alimentos saludables, esa igualdad de condiciones ya se ve rota en añicos.
Los alimentos insanos son mucho más llamativos que los saludables porque son mucho más palatables: resultan mucho más atractivos al gusto. Esto se logra gracias a la inclusión de grasas, azúcares y potenciadores de sabor, elementos que no están presentes en la naturaleza en la misma concentración con la que se usa en la industria. Y el principal problema de estos ingredientes es que suelen acarrear problemas de salud, directa o indirectamente: tanto el azúcar como las grasas saturadas (porque cuando se añaden grasas rara vez son insaturadas) se asocian con problemas cardiovasculares (que no únicamente), y los potenciadores de sabor más de lo mismo: sólo la sal, un ingrediente con el que estamos muy familiarizados, ya entraña sus riesgos. Y aún suponiendo que añadiesen un potenciador de sabor que por sí mismo no supusiese riesgos para la salud, hacer un producto insano más sabroso sólo va a fomentar su consumo, por lo que indirectamente ya afecta negativamente a nuestro bienestar.
Y en el momento en el que empezamos a arruinar la gracia de la comida insana es cuando los dietistas nos ganamos las malas miradas ajenas, pero más que pretender que se erradique por completo el consumo de este tipo de productos (que cuanto menos, mejor, pero todos somos humanos), mi intención principal con esto es que si los consumimos, que al menos no nos engañen con lo que son: los cereales "de desayuno" son sabrosos, pero no son un buen desayuno. Las bebidas energéticas no son energéticas porque su principal aporte es cafeína, la bollería no es ya no imprescindible, sino contrarrecomendada para un rendimiento adecuado (el cerebro necesita azúcar, pero no de ese tipo), el alcohol no es saludable en ninguna cantidad, la miel no contiene nutrientes en cantidades suficientes como para considerarla un sustituto saludable del azúcar, lo mejor que puedes hacer para mejorar tu tránsito intestinal es seguir una rieta rica en vegetales, legumbres y fruta y no un yogur en concreto, no todo lo que lleva el apellido "mediterráneo" es inherentemente sano, y para pasar un buen día no tienes por qué beberte un refresco.
Voy a
insistir: si quieres darte un capricho ocasional, dátelo. Pero por lo menos,
exijamos que no nos manipulen ni engañen para ello: que la libertad para
escoger sea realmente nuestra.
Por eso se habla de la regularización de la publicidad de alimentos insanos, especialmente de aquella dirigida a la infancia, que es un periodo en el que somos mucho más susceptibles de caer ante engaños de este tipo. No es cuestión de prohibir productos (que si se redujese su venta tampoco sería una crisis y de hecho la salud de la población se vería mejorada drásticamente), sino de que la publicidad sea honesta y que la población sea siempre consciente de qué se lleva a la boca.



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